sábado, 15 de julio de 2006

Claudio Colman: Maestro Rural

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Colman en vida tuvo una labor fructífica en pos de la educación y las manifestaciones culturales, corales y danzas tradicionales. A los 18 años enseñó en escuelas ranchos. Fue maestro de maestros, pues posee en su haber un extenso como destacado curriculum. Con pasión volcó su vocación docente al servicio de la educación. Empeño que no fue en vano.

El extinto Claudio Antonio Colman, es recordado hasta el día de hoy, por sus colegas y amigos, porque dejó un caudal de capacitación en el ámbito educativo. Como así, en la difusión tradicionalista Argentina.

Su accionar en asociaciaciones repercutió en el ámbito donde le tocó desempeñarse como docente- Misiones y Chaco. Precisamente, en lugares inhóspitos, donde el maestro, lejos de comodidades en zonas rurales, debía amañarse de cualquier manera.

Aquellos egresados en el magisterio, dejaron bien sentado su condición de educandos. Colman recibió el título de maestro y bachiller nacional, al mismo tiempo, en 1951.

Para aquel joven de 18 años, ansioso de seguir el llamado interior, de ejercer con pasión su vocación, fue una frustración, comentaba Claudio, cuando no obtuvo su nombramiento. Entonces viajó a la Capital Federal y se empleó en una fábrica de medias, como peón.

Fue ascendiendo, para acomodar los paquetes, en un camión de carga. A él le gustaba el uniforme que le dieron, era un guardapolvo gris, memoraba con emotividad. Acotaba que por las noches, estudiaba secretariado comercial. Luego se presentó en el Consejo Nacional de Educación, puesto que solicitaban maestros, para lugares inhóspitos, para el sur y el noroeste argentino.

El funcionario Arancibia, preguntó al joven, adonde prefería ir. Colman contestó "donde haga falta un docente, es el lugar que elijo". Este lo miró al joven misionero de arriba a bajo, era delgaducho, negrito y baja estatura.

Tal vez le dio lástima al verlo tan insignificante y habrá dicho para sus adentro, en el frío se morirá en un segundo. Y mostrándole un mapa le señaló diciendo; lo voy a enviar a una escuela del litoral, en Jacarandá, provincia del Chaco, al límite con Santiago del Estero. Este episodio lo recordó siempre.

Se identificaba como un maestro de alma. Casado con Edelida Cañete, egresada con el mejor promedio de la Escuela Normal de Comercio "General José de San Martín" y del instituto Ruiz de Montoya, pertenecía a la primera camada de profesores de matemática. Los hijos son Claudia y Néstor.

El flaquito docente fue con ilusión, a la provincia del Chaco. Era emprendedor y soñador, no sabía que se iba a encontrar con un lugar acampado y ranchos de barro, de pocos habitantes. Tardó tres días en llegar. Viajó en colectivo, tren y llegó en carro.

No era escuela, era una piecita baja de barro, techo de tierra, con espartillo o pasto duro donde crecían las malezas y debían carpir para extraerlos. Y no se amilanó, pidió colaboración de la humilde gente, noble y generosa, había enfatizado. Plantaban algodón y criaban chivos, en tierras del estado.

Construyeron para el joven maestro, un ropero de barro en un rincón de la pieza, los vecinos le llevaban leche, chivito a la parrilla. Los chicos expresaban, " aquí le manda mi mama". Tenía una cama turca, un colchón. Para el rancho improvisaron unos pupitres de troncos, porque los alumnos fueron aumentando.

Fue el primer maestro y director. Los docentes aparecían y al ver el ambiente pobre, no se quedaban. Durante 10 años, fue el único educador. El número de grados fue aumentando. De mañana y tarde, enseñaba y cuando llegó a tener 120 alumnos, formó una cooperadora con los solícitos vecinos, gente buenaza, señalaba Colman.

Para agrandar el rancho de barro, traían del monte los troncos, tirado por caballos, utilizando hacha, formaban los horcones. No tenía sueldo hasta los cinco meses de estar allí. Explicó que pidió al vecino de la zona, don Tomás, si le permitía darle un plato de comida, hasta que cobrara.

Lo miró al maestrito y contestó; "Yo doy de comer 13 bocas y 14, puedo. Siéntese, allí, en la cabecera de la mesa, a mi lado. Cuando recibió su sueldo, siguió comiendo con la familia cordial, con paz y trato afectuoso de padres con sus hijos.

Mientras tanto preparó el barro, y troncos para ampliar la nueva escuela de barro, con techo de tierra. Asaban perdices, chivitos, compartiendo con las familias que cooperaban, en la ampliación escolar. La nueva escuela, era de ladrillos, fabricado por los escasos vecinos.

Mientras se improvisaban mástiles para las fiestas patrias, Claudio que había estudiado folklore con Chiquita de Oddonetto, organizaba danzas, representaba obras teatrales.

Se hacían los preparativos para construir una escuela de material con la ayuda de la cooperadora que había formado. Los grandes, el maestro y chicos amasaban el barro con noria, el caballo pisaba dando vueltas, tarea de los chicos que jineteaban. Hicieron el molde de adobe quemando al horno el barro para hacer ladrillos. Algunos vendían los ladrillos para comprar chapas y tejas para el techo, las puertas y ventanas. El maestro rural, pidió donación al Banco Nación, obteniendo 3 hectáreas para sembrar algodón.

La flamante escuela construida por la comunidad, se dotó de 3 salones, 2 galerías, una Dirección, cocina y sanitarios. En 1958, pasaron a la "lujosa" escuela de material. La alegría era intensa, "porque donde había amor, ladrillos quedaban".

Actualmente se utiliza para el centro comunitario, que lleva el nombre "del maestro Claudio Antonio Collman". El paisaje de la zona era horrible, lo humano, su gente, inigualable. Claudio confesó que no pudo reprimir lágrimas de emoción y agradecimiento." porque las obras educativas se realizaron con cariño, voluntad y amor".

Claudio Collman viajaba todos los años a “ Jacarandá”, Chaco, con su familia, cuando vivía en Posadas. En Misiones, el maestro que dijo ser un apasionado de su profesión, dictó cursos de perfeccionamiento docente en la provincia.

Era egresado por CREFAL, Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina en México, ca otorgada por la UNESCO, especializándose en Formación del Maestro Rural" "Alfabetización" y Métodos Educativos".

En el transcurso de una entrevista, habló sobre su experiencia inédita, el campamento gitano a inmediaciones de Bompland y Alem, en 1964. Cuando los invitó a esa comunidad para que asistan a la escuela, estos contestaron: "A la escuela de criollos no vamos, ellos nos desprecian". El maestro contestó, "para aprender, no hace falta cuatro paredes. Con las ganas sobra, levantaremos la escuela aquí".

Con las garras que lo motivaba, hizo levantar una carpa. No faltó el flamear de la bandera. Los gitanos forraron con cretona la carpa y de pupitre, eran colchones encimados. La gitana que hacía de celadora, "los tenía en línea a los educandos", dijo cómicamente. Recibieron las visitas del rey de los gitanos y del inspector del Ministerio de Educación.

En 1960, fue el primer director organizador de la escuela parroquial Santa Catalina de Posadas y director de la escuela 285, hecha con piedra mora, de Candelaria. La maestra era Irma Bonifatto de Daviña. La escuela estaba, dentro del establecimiento yerbatero “Santa Cecilia” de Navajas Centeno.

La escuela y el maestro son servidores de la comunidad, explicaba, no es cerebro sino corazón y sentimiento participativo. De su extenso curriculum, nombramos algunos:

Fue Director del Instituto Roque González. Director organizador del Centro de Rehabilitación del Ciego, “Santa Rosa de Lima”. Supervisor de alfabetización de DINEA, experto en método "Cuissenaire Gattegno, enseñanza dinámica para la aplicación de aritmética y geometría, regletas y geoplano y letras en color, otorgado por el Instituto Bernasconi, de Buenos Aires. Secretario del Centro de Estudios de Misiones. Director General de “Asuntos Indígenas, visitas a proyectos de escuelas rurales y comunidades indígenas”. Participó en teatro y coro” Armonía” dirigido por el padre Francisco Wissling en 1955 y otros perfeccionamientos en su haber.

Claudio Colman, recordaba anépdotas de su maestra de primer grado, en la escuela “Parque Fragueiro”, doña Elina Marcenaro de Ciamberlan. Aclaraba que para los que cumplieron 50 años como educadores, no podían decir que la meta estaba cumplida, porque es un desafío de por vida.

El paso del maestro por la vida es como la estela, que marca un navío en su trayecto. Y recordó algunas palabras de la profesora Nélida Giménez Giorio de Colombo, en su boletín de calificaciones:

“Alguien dijo una vez, que los maestros constituyen una raza especial. Tienen algo de roca, de ave, de árbol. Roca, porque soporta muchos golpes, ave, porque sobre vuela las tormentas, árbol, porque tienden su ramas hacia lo alto, sin doblarse para mirar hacia abajo".
“Mecha” Villalba.
Fuente: TerritorioDigital.

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